Mi experiencia personal con la literatura española
¿Debemos sentirnos, nosotros los hispanoamericanos, orgullosos de la literatura española del siglo de oro? ¿Cual debe ser la reacción apropiada de un hispanoamericano con respecto a la cultura ibérica? ¿Se le debe celebrar, apreciar y vanagloriar a la cultura de los peninsulares? O ¿Debemos rechazar todos los productos culturales de aquella civilización de barbaros conquistadores, de corruptos virreyes y de genocidas encomenderos? Difíciles preguntas son estas dado que aún hoy día en Latinoamérica todavía se resiente las atrocidades cometidas por los españoles entre el siglo XV y XIX. En la academia hispanoamericana contemporánea no existe una repulsión por estudiar este tipo de literatura, pero siempre y cuando no se llegue a los extremos, es decir si hay un fanático por ahí que clame que la mejor literatura peninsular es mejor que la continental de seguro aquel ingenuo pregonero será crucificado por todos aquellos que claman lo contrario. Hago este tipo de preguntas (se podrían decir capciosas) porque aún me intriga el hecho de que el español vino de Europa y que irremediablemente es mi lengua materna. Si yo incentivo un rechazo a la cultura española por simples motivos chauvinistas, ¿No estaría entrando en una contradicción? No es acaso una paradoja criticar la civilización española en la misma lengua de los genocidas? ¿No es absurdo exaltar la literatura hispanoamericana, pero renegar de la literatura española porque ya no tiene nada que enseñar?
Me ha tocado estudiar no sólo la literatura española del siglo de oro, sino también la de a mediados del siglo XX y algo de la literatura revolucionaria hispanoamericana. En esta última se resalta el legado colonialista que nos dejó España. La discriminación racial y la injusticia social es la herencia que nos dejó la corona. Ni siquiera con nuestras guerras revolucionarias del siglo XIX y del siglo XX pudimos deshacernos de ella. Esta es la razón del posible resentimiento contra la “madre patria.” Recuerdo que en mi colegio secundario no faltaba un profesor renegón que vociferaba, “¡hubiera sido mejor que los ingles nos hubieran conquistado en vez de los ignorantes españoles!.” Otros eran menos radicales y un poco más autóctonos ya que incentivaban la literatura nacionalista, hispanoamericana o “universal”, mientras eludían la espinosa literatura española. Recuerdo que un amigo de mi universidad me habló terriblemente de un cierto profesor, que había vivido mucho tiempo en España, que se creía un virrey porque pronunciaba las zetas y las uves. Obviamente, su especialidad era la literatura del siglo de oro: toda una rareza en la universidad.
Este rechazo también se traspasaba al nivel universitario. De acuerdo con el mito universitario, las dos más importantes universidades del Perú, la Pontificia Universidad Católica del Perú(PUCP) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos(UNMSM), no sólo se diferencias porque la primera es privada y la última es estatal, sus antagonismos se reflejan en los enfoques para enseñar literatura. La PUCP se avoca más a la literatura española y hispanoamericana, mientras la San Marcos prefiere más la literatura nacional e indígena. En otras palabras, a los ojos de los sanmarquinos (y también de los villarealinos) los pontificios eran estudiantes alienados que bailaban flamenco, cantaban zarzuelas y declamaban a Garcilaso (El español por supuesto) a viva voz y con un perfecto acento peninsular. Obviamente que esta creencia formaba parte del folklore universitario que me fue transmitido cuando estudié el primer año en la Universidad Nacional Federico Villareal[1]. Pero, ahora que he estudiado esta literatura prohibida y he ahondado más en la literatura española, me doy cuenta del grave error que se comete al negar enteramente la literatura española. No sólo se cae en una contradicción, sino que se pierde más de mil años de la historia de la lengua.
En mis primeras lecturas de los cantares de gesta y de los cantares de clerecía, me fascinaba leer ese español recién nacido, aún imperfecto, que todavía no se definía como lengua culta, que aún se parecía al portugués. Lo que me fascinaba más aún, era que muchos de los dichos, el lenguaje de doble sentido y las indirectas, que se utilizaban en el siglo XIII y XIV, podía aún entenderlos. Me sorprendía el hecho que el lenguaje de mi madre no se diferenciaba mucho del lenguaje indirecto del pillín del Arcipreste de Hita. Con la venida del renacimiento y la conquista española de américa, la literatura española llegó a un apogeo cultural increíble y el legado de esos años magnos es la literatura del Siglo de Oro. Bueno, al menos hicieron algo de provecho con todo el oro que se robaron.
Respecto a la literatura de la post guerra, gracias a los cinco libros que leí en la clase de la profesora Galina Bakhtiarova, aprendí la dinámica de la sociedad española después de la guerra civil: Las consecuencias de la guerra en la familia (La plaza de Diamantes- Mercé Rodereda), la devastación del espíritu español (Nada de Carmen Laforet), el conflicto entre la nueva y la antigua generación (La muchacha de las bragas de oro de Juan Marsé) y hasta el cinismo de las últimas décadas del siglo XX (Los mares del sur de Manuel de Vázquez Montalban). España no es sólo aquel reino conquistador que llegó a ser un gran imperio, la “madre patria” sufrió también terriblemente del despotismo de los poderosos, pero su gente resistió con valor y supo recuperarse de la catástrofe. Ahora por fin entiendo porque Vallejo le dedico todo un poemario a la Republica Española.
Supongo que este no es el fin de mis estudios universitarios. Aún me falta mucho por descubrir otras literaturas y por profundizar en las que ya conozco, pero me incentiva el hecho de que toda la literatura hispana está interconectada. Porque es difícil imaginar la literatura hispanoamericana sin los exiliados republicanos que vinieron a parar a nuestras tierras. Un claro ejemplo es el homenaje que hace Gabriel García Márquez al sabio catalán en su novela Cien Años de Soledad. Esto me incentiva más, me llena de orgullo de hablar este hermoso idioma y me siento con la responsabilidad de difundirlo.
Muchas Gracias queridas Profesora Alba Skar y Galina Bakhtiarova.