Ante la rectitud de la ley escrita por Dios (Padre, hijo y espíritu santo) se opone la bondad de la virgen María. Ella es la intercesora de los humanos que, a pesar de conocer las leyes y las terribles consecuencias si no las cumplen, caen siempre en pecado, es decir en el quebrantamiento de la ley. La condición de María como intercesora pertenece a la tradición católica y como toda tradición cultural su trasmisión se facilita mejor por la vía oral. Gonzalo de Berceo habrá tomado influencias y prestamos de la literatura de su época para componer Milagros de Nuestra Señora[1] pero cómo menciona Antonio G. Solalinde[2], “Berceo, a pesar de su temas religiosos, de sus fuentes latinas y de su métrica precisa, no es un poeta erudito, sino más bien un escritor que quiere popularizar estas leyendas entre sus oyentes o lectores, a los que continuamente se dirige”(XIII). Los versos de Gonzalo son sencillos en su composición y carecen de referencias intertextuales, las cuales sólo pueden ser captadas por eruditos de la literatura medieval.
La meta de Gonzalo de Berceo es el de transmitir el carácter misericordioso de la Virgen María. Ella, más que una intercesora, es la madre del hombre y la mujer que viven en pecado. Su misericordia se divide, según Juan Manuel Rozas, en milagros de Premio y Castigo, Milagros de Perdón y Milagros de Conversión y Crisis. “Todos éstos tiene una fuerte cohesión por medio de la crisis espiritual que sufren los personajes, todos ellos conflictivos y con una carga existencial dominante sobre el sentido doctrinal de los textos” (Historia y Crítica de la Literatura Española 156). La carga de la ley escrita pesa sobre los espíritus débiles del hombre y de la mujer, pero esa debilidad no se debe a una crisis de valores o de falta de ética, sino porque está en la naturaleza del ser humana el ser un hombre pecador, de acuerdo a la cosmovisión de la religión católica. El caso más claro es la historia El ladrón devoto. El narrador dice de él “Si facia otros males, esto non lo leemos;/ Sería mal condempnarlo por lo que non savemos;”(38). El narrador clarifica en su historia que el ladrón es juzgado por lo que hace y por lo que se conoce. No ahonda en su sicología ni en los motivos del personaje para ser ladrón. Más el ladrón se salva de ser ahorcado en la historia porque a pesar de sus errores había “una bondat/ Que li valió en cabo e dioli salvedat: Credia en la Gloriosa de toda voluntat, Saludavala siempre contra la su magestat.”(39). Al ladrón le vasta creer de toda voluntad en la Virgen María para ser salvo. Ella es finalmente la salvadora “El por bonos e malos por todos descendio:/ Ella si la rogaron, a todos acorrio”(42).
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