Friday, May 20, 2011

Mi experiencia personal con la literatura española


Mi experiencia personal con la literatura española
¿Debemos sentirnos, nosotros los hispanoamericanos, orgullosos de la literatura española del siglo de oro? ¿Cual debe ser la reacción apropiada de un hispanoamericano con respecto a la cultura ibérica? ¿Se le debe celebrar, apreciar y vanagloriar a la cultura de los peninsulares? O ¿Debemos rechazar todos los productos culturales de aquella civilización de barbaros conquistadores, de corruptos virreyes y de genocidas encomenderos? Difíciles preguntas son estas dado que aún hoy día en Latinoamérica todavía se resiente las atrocidades cometidas por los españoles entre el siglo XV y XIX. En la academia hispanoamericana contemporánea no existe una repulsión por estudiar este tipo de literatura, pero siempre y cuando no se llegue a los extremos, es decir si hay un fanático por ahí que clame que la mejor literatura peninsular es mejor que la continental de seguro aquel ingenuo pregonero será crucificado por todos aquellos que claman lo contrario. Hago este tipo de preguntas (se podrían decir capciosas) porque aún me intriga el hecho de que el español vino de Europa y que irremediablemente es mi lengua materna.  Si yo incentivo un rechazo a la cultura española por simples motivos chauvinistas, ¿No estaría entrando en una contradicción? No es acaso una paradoja criticar la civilización española en la misma lengua de los genocidas? ¿No es absurdo exaltar la literatura hispanoamericana, pero renegar de la literatura española porque ya no tiene nada que enseñar?
Me ha tocado estudiar no sólo la literatura española del siglo de oro, sino también la de a mediados del siglo XX y algo de la literatura revolucionaria hispanoamericana. En esta última se resalta el legado colonialista que nos dejó España. La discriminación racial y la injusticia social es la herencia que nos dejó la corona. Ni siquiera con nuestras guerras revolucionarias del siglo XIX  y del siglo XX pudimos deshacernos de ella. Esta es la razón del posible resentimiento contra la “madre patria.” Recuerdo que en mi colegio secundario no faltaba un profesor renegón que vociferaba, “¡hubiera sido mejor que los ingles nos hubieran conquistado en vez de los ignorantes españoles!.” Otros eran menos radicales y un poco más autóctonos ya que incentivaban la literatura nacionalista, hispanoamericana o “universal”, mientras eludían la espinosa literatura española. Recuerdo que un amigo de mi universidad me habló terriblemente de un cierto profesor, que había vivido mucho tiempo en España, que se creía un virrey porque pronunciaba las zetas y las uves. Obviamente, su especialidad era la literatura del siglo de oro: toda una rareza en la universidad.
Este rechazo también se traspasaba al nivel universitario. De acuerdo con el mito universitario, las dos más importantes universidades del Perú, la Pontificia Universidad Católica del Perú(PUCP) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos(UNMSM), no sólo se diferencias porque la primera es privada y la última es estatal, sus antagonismos se reflejan en los enfoques para enseñar literatura. La PUCP se avoca más a la literatura española y hispanoamericana, mientras la San Marcos prefiere más la literatura nacional e indígena. En otras palabras, a los ojos de los sanmarquinos (y también de los villarealinos) los pontificios eran estudiantes alienados que bailaban flamenco, cantaban zarzuelas y declamaban a Garcilaso (El español por supuesto) a viva voz y con un perfecto acento peninsular. Obviamente que esta creencia formaba parte del folklore universitario que me fue transmitido cuando estudié el primer año en la Universidad Nacional Federico Villareal[1]. Pero, ahora que he estudiado esta literatura prohibida y he ahondado más en la literatura española,  me doy cuenta del grave error que se comete al negar enteramente la literatura española. No sólo se cae en una contradicción,  sino que se pierde más de mil años de la historia de la lengua.
En mis primeras lecturas de los cantares de gesta y de los cantares de clerecía, me fascinaba leer ese español recién nacido, aún imperfecto, que todavía no se definía como lengua culta, que aún se parecía al portugués. Lo que me fascinaba más aún, era que muchos de los dichos, el lenguaje de doble sentido y las indirectas, que se utilizaban en el siglo XIII y XIV, podía aún entenderlos. Me sorprendía el hecho que el lenguaje de mi madre no se diferenciaba mucho del lenguaje indirecto del pillín del Arcipreste de Hita. Con la venida del renacimiento y la conquista española de américa, la literatura española llegó a un apogeo cultural increíble y el legado de esos años magnos es la literatura del Siglo de Oro. Bueno, al menos hicieron algo de provecho con todo el oro que se robaron.
Respecto a la literatura de la post guerra, gracias a los cinco libros que leí en la clase de la profesora Galina Bakhtiarova, aprendí la dinámica de la sociedad española después de la guerra civil: Las consecuencias de la guerra en la familia (La plaza de Diamantes- Mercé Rodereda), la devastación del espíritu español (Nada de Carmen Laforet), el conflicto entre la nueva y la antigua generación (La muchacha de las bragas de oro de Juan Marsé)   y hasta el cinismo de las últimas décadas del siglo XX (Los mares del sur de Manuel de Vázquez Montalban). España no es sólo aquel reino conquistador que llegó a ser un gran imperio,  la “madre patria” sufrió también terriblemente del despotismo de los poderosos, pero su gente resistió con valor y supo recuperarse de la catástrofe. Ahora por fin entiendo porque Vallejo le dedico todo un poemario a la Republica Española.
Supongo que este no es el fin de mis estudios universitarios. Aún me falta mucho por descubrir otras literaturas y por profundizar en las que ya conozco, pero me incentiva el hecho de que toda la literatura hispana está interconectada. Porque es difícil imaginar la literatura hispanoamericana sin los exiliados republicanos que vinieron a parar a nuestras tierras. Un claro ejemplo es el homenaje que hace Gabriel García Márquez al sabio catalán en su novela Cien Años de Soledad. Esto me incentiva más, me llena de orgullo de hablar este hermoso idioma y me siento con la responsabilidad de difundirlo.
Muchas Gracias queridas Profesora Alba Skar y Galina  Bakhtiarova.


[1] Según mis amigos esto sólo sucede en el primer año de la carrera. Ya más adelante

Sunday, May 8, 2011

La vida es sueño


En el drama La vida es sueño, el rey Basilio encierra a su hijo, heredero del trono, porque en sus interpretaciones astrológicas descubre que su primogénito tendrá un papel nefasto para la nación polaca, “Yo, acudiendo a mis estudios,/ en ellos y en todo miro/ que Segismundo sería/ el hombre más atrevido,/ el príncipe más cruel”(Verso 710). Consecuentemente, Segismundo será encerrado para que el reino se evite de tener como rey a un cruel tirano. La predestinación es lo que mueve está obra. Segismundo está desposeído de su libre albedrío porque las fuerzas que gobiernan su destino son más determinantes que su voluntad. Así lo cree su padre y así lo seguirá creyendo a no ser que su hijo le demuestre que el destino del hombre no está predestinado sino que es susceptible al libre albedrío. Para lograrlo, Segismundo tendrá que demostrarle que existen factores que influyen en el destino del hombre y que no necesariamente son imperturbables. 
            Hecho un prisionero, Segismundo se queja, “!Ay mísero de mi! ¡Y hay infelice!/ Apurar, cielos, pretendo ya que me tratáis así, qué delito cometí/ contra vosotros naciendo”(Verso 100). Segismundo reclama a los cielos saber el motivo de su desgracia. El motivo de su castigo se debe a una razón y esa razón se debe saber. Su desgracia no puede ser irracional ni desconocida. La razón la sabe su padre debido a sus lectores astrológicas sobre su destino, pero en realidad es el propio padre el causante de su desgracia. En el siglo XVII ya no existe seres mitológicos ni oráculos fiables que acierten en todas sus predicciones. Ya no están en los siglos de la tragedia griega, aquella en donde sus héroes sufrían de los designios de sus terribles dioses. El drama española está más cerca al pensamiento renacentista, aquel que ubica al hombre en el centro del universo. Por eso el destino de Segismundo puede ser reversible siempre y cuando su padre así lo desee como después se ve en la obra.
           
Liberando a Segismundo, El rey Basilio le da una oportunidad para que demuestre que los hados estaban equivocados al vaticinar su destino de cruel tirano, “Porque aunque su inclinación/ le dicte sus precipicios,/ quizá no vencerán/ porque el hado más esquivo,/ la inclinación más violenta,/ el planeta más impío,/ sólo el albedrío inclinan,/ no fuerzan el albedrío”(verso 790). Sin embargo, Segismundo, liberado ya, decepciona las expectativas de su padre de verlo un rey justo. El deseo de venganza de Segismundo hace que se comporte como el tirano que los hados predestinaron, “Barbaro eres y atrevido;/ cumplió su palabra el cielo;/ y así, para él mismo apelo,/ soberbio, desvanecido./(1520). Desde la perspectiva del rey, la cruel actitud de Segismundo y su deseo de venganza contra todos aquellos que le agraviaron es muestra irrefutable de que los hados tenían razón al vaticinar el tiránico comportamiento de Segismundo. Pero, en ningún momento piensa que fue él mismo el causante de que Segismundo se volviera un bárbaro. Segismundo, aunque fue cuidado y educado por Clotaldo, nunca gozó de la libertad que todos los hombres necesitan, “Que aunque yo aquí/ tan poco del mundo sé,/ que cuna y sepulcro fue/ esta torre para mi”(195).  Es la falta de  la libertad, lo que hace de Segismundo un hombre con un destino más nefasto que el de una bestia porque aunque sea este tiene libertad.
La consecuencia de los actos barbáricos de Segismundo después de ser liberado es su retorno a la torre, cuna y prisión de su desdichada vida. Allí, Segismundo declama uno de los más famosos monólogos de la literatura universal, “¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son  (2185).   La  desgracia de su vida no se debe simplemente a la imposibilidad de controlarla, ya que por lo general todos los sueños son incontrolables, la desgracia es producto de fuerzas más humanas, en el caso de Segismundo, fuerzas paternales, que extirpan la liberta del hombre. El dram de Pedro Calderón de la Barca bien pudiera haber terminado aquí, transformando así su obre en una tragedia, una tragedia ocasionada por el hombre y no por fuerzas sobrenaturales. Pero debido a que la tragedia de Segismundo se debe a causas humanas es posible que su destino cambie. En el último acto Segismundo es salvado gracias a la intervención del pueblo que supo el paradero de su verdadero rey. Segismundo otra vez liberado ya no siente deseos de venganza. Sabe que esta nueva oportunidad puede ser otro simple sueño, tal vez un sueño dentro de otro sueño. Al final, Segismundo le dice a su padre, una vez derrotado por su hijo gracias al apoyo del pueblo, “Mi padre, que está presente,/ por excusarse a la saña/ de mi condición, me hizo/  un bruto, una fiera humana;/ de suerte que, cuando yo/ por mi nobleza gallarda,/ por mi sangre generosa,/ por mi condición bizarra,/ hubiera nacido dócil/ y humilde, sólo bastara tal género e vivir, tal linaje de crianza, a hacer fieras mis costumbres. / ¡Qué buen modo de estorbarlas! (3185).  Segismundo argumenta correctamente su reclamo contra su padre. No es posible criar a un noble en condiciones deplorables, sin libertad y sin dignidad. El noble para ser noble debe vivir como uno. Lo mismo pasa con la vida de una bestia: La bestia es bestia porque fue criada como tal. La vida es sueño no es un drama moderno porque muestra que el rió de la tragedia humana, su curso puede ser cambiado. No debido a predestinaciones,  sino a la propia voluntad del hombre.

Thursday, May 5, 2011

Guzman de Alfarache

La más tradicional interpretación de la novela picaresca Guzmán de Alfarache[1] afirma  que Guzmán de Alfarache es una novela moral cuya misión es enseñar al publico lector sobre los vicios que corrompieron la sociedad española en el siglo XVII.  Sergio Fernández lo entiende así,        “El deseo cristiano de redimir al mundo por medio del desprecio hacia todo lo terreno; el querer enseñar un camino de bondad y gracia que salve a la humanidad; el sentirse con una misión divina que cumplir, nuevo Mesías—uno más—de la historia, es lo que ha hecho fundamentalmente a Mateo Alemán haber concebido su novela “Guzmán de Alfareche” y darle la forma de un gran relato en el cual intervienen todos los problemas propios al ochocientos español”(422).
Según se entiende, Guzman de Alfarache narra su vida personal para condensar la conducta del hombre español en el siglo XVII. A lo largo de la novela el lector aprenderá las razones de porque Guzmán llega a ser un pícaro y, a través de una autocritica, cómo es qué él mismo analiza su vida pasada, sus errores y sus desgracias, “Digo—si quieres oírlo—que aquesta confesión general que hago, este alarde público que de mis cosas te represento, no es para que me imites a mí; antes para que, sabidas, corrijas las tuyas en ti (73[2]). El lector deberá aprender de sus errores y no seguirlos. La ejemplarazación de la vida de Guzmán de Alfarache seda al no mentir ni agregar nada sobre su vida de pícaro. Es decir, no peca de hipocresía sino que cree necesario que el lector debe saber todo lo malo y lo bueno de su vida.  
Sin embargo, Guzmán de Alfarache también se cerciora de achacar su comportamiento a la corrupción de la propia sociedad. Es decir, también existe una crítica a la sociedad española que induce al individuo a aceptar la vida del pícaro. Las fuerzas corruptoras de la sociedad española son tan fuertes que. Como concluye Sergio Fernandez, “Guzmán de Alfarache es la amarga realidad que provoca una época encerrada en sí misma, sola y desesperanzada (423). La sociedad es la corruptora del hombre porque bajo la influencia de ella es que el hombre se forma. ¿Cómo es posible hablar de los males del hombre sin dejar hablar de los males de la sociedad? En esta nueva literatura ya no se place mucho énfasis en la  maldad inherente del hombre, como el mester de clerecía propone. El protagonista de esta nueva literatura moderna se ve derrotado por la sociedad corrupta y no le queda otro camino que adaptarse a ella.  



[2] De la versión Clásicos Castellanos – Mateo Alemán – Guzmán de Alfarache- Volumen 3 – Espasa-Calipe, S.A. Madrid.